domingo, 6 de octubre de 2013

Tobillos

Lo que viene a continuación es una tarea de un curso de narrativa, tuve que hacer un cuento que esté escrito en segunda persona, ambientado en la época del crac del 2008 y que contenga las palabras casa, arroz, ornitorrinco,sangre,prostíbulo y Machu Picchu.
Por cierto, no soy un fetichista ni vendo binoculares en el Parque de las Leyendas.

Usted hizo las cosas con tanta limpieza que ni siquiera la muerta ni la sangre hubieran podido culparle. Pero cómo no hacerlo así, con tanta frialdad. Estaba usted harto de vender binoculares,
binoculares a tres soles, a tres soles llévelos, señito, para ver los animales de cerca, para los niños, de varios colores. Se hartó usted de tanta tontería, de tanto león, tigre y ornitorrinco, de tanto Parque de las Leyendas, se hartó de tanto niño lloriqueando y de tanto mira qué grandes dientes, pero si está dormido, mira que abrió la cola el pavo real; se hartó. Eran las dos de la tarde de un domingo, usted había vendido binoculares y monos musicales de peluche toda la mañana y pensó que ya tenía lo suficiente como para pagarse un buen prostíbulo en la noche,  y así olvidarse de tanto helado derramado y de tanto extranjero hincha de Machu Picchu. Pero apareció ella. Apareció por delante de usted mientras comía un miserable plato de arroz con pollo y leía el suplemento económico de El Comercio, crac financiero en Estados Unidos y no sé qué macana. No le importó. Pero sí le llamó la atención esa mujer, sus tobillos, la forma en que se veían a través de esos tacos altos que escalaban el camino inclinado de la zona Costa. La siguió, la siguió durante toda su visita al parque, vio usted con ella cada animal y recorrió usted con ella, con sus tobillos, cada zona del parque. Saboreó mentalmente el helado que ella compró, a lo lejos cogió su mano e imaginó cómo le acariciaba los tobillos, se derritió usted antes que el helado de fresa. Y usted la siguió siguiendo así, como sin seguir queriendo seguirla. Caminó a una distancia prudente mientras salía del parque, subió usted al mismo ómnibus y fue detrás de ella hasta su casa. Tocó la puerta, tembló, ella que ahí va, que de parte de quién y usted temblando, con la mirada fija en el marrón de la puerta, aterrado, pero decidido. La puerta se abrió y usted miró presuroso hacia abajo, hacia los tobillos, y ella dijo quién eres, qué necesitas y usted que lo disculpe, y la cogió del brazo, no quiero hacerle daño, entró y cerró la puerta, eres muy bonita, ella que suéltame, gritó demasiado, usted que tranquila, solo quiero amarla, tranquila, miró sus tobillos, dejó caer una gota de saliva, ella empezó a desesperarlo con tanto grito y lágrima, usted que cállese por favor, no quiero hacerle daño, ella que suélteme, malnacido. Un cuchillo sobre la mesa de la cocina, un cuchillo dentro de una caja torácica, un hilo de sangre sobre un tobillo derecho. Ocultó el cadáver bajo un naranjo del jardín. Ahora usted se lava las manos mientras piensa en lo que hizo, en dónde hubiera sido mejor ocultar el cadáver, mientras piensa en sus tobillos. Pero ya no importa, lo hizo con tanta limpieza que ni siquiera la muerta ni la sangre podrían culparle. Ahora duerma, que mañana debe salir a vender binoculares.

6 comentarios:

  1. Esta muy bueno y me gustó como lograste incluir cada palabra sin que suene fuera de lugar. Señor vendedor de binoculares(?) :v ... xD

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    1. Esa es la idea, que no parezca una ensalada de palabras. Y solo están tres solcitos, madrecita, para ver los animales cerquita, madre.

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