jueves, 29 de agosto de 2013

Puente peatonal

Mira, mira los autos y sus luces y cómo se mueven uno detrás del otro, cómo se mueven como dibujando lineas paralelas con sus faros, chillando, rugiendo, avanzando a paso sostenido sobre el asfalto cubierto de sereno y gotas de lluvia. Mira, mira cómo sus llantas giran y giran, mira cómo sus
limpiaparabrisas bailan siguiendo un compás, como si les tocara moverse cada que el vehículo pasa al lado de un poste, mira. Mira y no tiembles, no tiembles aunque haga frío y aunque no estemos abrigados, es tu culpa, bueno, nuestra culpa, por salir así por así, por discutir por cualquier estupidez. No tiembles, no tiembles y deja que tome tu mano, deja que tome tu helada mano y que entrelace mis dedos con tus dedos. Sonríe, vamos, sonríe. Sonríe aunque el viento te golpee el rostro y a pesar del estruendo de la avenida que está debajo de nosotros, debajo de este puente peatonal. Ven, abrázame, deja que ponga mi mano sobre tu cintura húmeda, deja ya las tonterías y abrázame. Abrázame y deja que se combinen tu perfume, el mío y este olor a invierno, este olor a caucho mojado, a autobús limeño a las nueve de la noche, a lágrimas de luna. Olvida todo, olvida todo y abrázame, que ahora solo somos nosotros, nosotros y el puente y los autos y la lluvia y el viento y el sonido de la ciudad. Ya es tarde, vamos a casa, vamos a dormir. Yo también, y mucho. Vamos.



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