lunes, 22 de abril de 2013

Odio las peluquerías-

Cómo odio las peluquerías.

Sí, esas habitaciones generalmente pequeñas en que las sillas giratorias se erigen como tronos, como monumentos al narcisismo—siempre sitas frente a espejos—, y sobre cuyas paredes está infaltable el diplomita de cualquier instituto cercano y el certificado de funcionamiento, horrorosamente plasmados en las paredes como sentencias premeditadas. Aquellos catálogos rellenos de fotos de
personas con peinados( en su mayoría, estúpidos); aquellos recipientes infernales que, irónicamente, sirven para rociar agua sobre las próximas a sufrir cabelleras indefensas, que si pudieran gritarían y clamarían amargamente; un televisor encendido; ese olor a cabello mojado y a cremas acondicionadoras; señoras sentadas en sillas no giratorias a modo de espectadores de la ejecución; restos de cabello en el suelo como sangre debajo de la guillotina; cuánto odio las peluquerías, esos sitios donde hay que pagar por algo que, en mi caso, odio hacer. 

Entonces empieza, empieza el ritual en que una señora que hace los roles de verdugo coge ceremoniosamente las tijeras con las que procederá a arrancar sistemática y cruelmente los cabellos, quienes caen al suelo heroicamente, entre lágrimas imaginarias se retuercen y se abrazan mutilados mientras que la verdugo sonríe y conversa con las amables espectadoras o simplemente corta mientras piensa en alguno de sus hijos o en cualquier banalidad, qué va. O, de otro modo, coge una máquina de afeitar, esas guillotinas en miniatura, esas máquinas del terror capilar, y procede de la manera más fría posible, arranca todo de raíz, los cabellos desesperados gimen y gritan en medio del vibrar de la máquina, lloran y entienden que no hay forma de volver a ser largos y fuertes como antes, que ya no podrán volver a sonreír, melenudos. 

Pero, ¡atención, señoronas peluqueras! No vaya a ser que una mañana todos los cabellos que echan ustedes  sin escrúpulos a la basura se levanten de su lecho de sufrimiento, iracundos, no vaya a ser que enardecidos formen enormes monstruos de cabello y destruyan cada peluquería en el mundo y devoren a cada peluquera,  que se alcen como bestias inhumanas en tonalidades de negro, que arremetan en legión contra las fábricas de tijeras y que se termine el día así, en un trance capilar irreversible. Cuidado, cuidado. 

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Bueno, eso es lo que me salió de los dedos hoy, les dejo algo de Baker; hasta mañana, tijeras de peluquera.



2 comentarios:

  1. te has cortado el cabello, perra? y yo no he visto? PD: el 30 te visito.

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    1. No me he cortado el cabello, oe, qué miedo D:

      Treinta, si es miércoles lloraré :C

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